domingo, 2 de septiembre de 2012

El fin de las delicias asiáticas


Me he pasado media hora pensando en cómo presentar el fin de mi viaje, pero al fin y al cabo, y sin más demoras, un fin es un fin, el fin de mi viaje ya está aquí. Ya no dormiré más, por lo menos en un gran tiempo, en el corazón de Asia y a saber si vuelvo a dormir otra vez, en esos bellos y tan interesantes territorios. Me encuentro ahora mismo en el aeropuerto de Riga, donde en una hora tomaré un avión hacia París, para tomar esta tarde otro hacia Toulouse. Esta noche llegaré a mi casa en Toulouse, y la vida tomará otro curso y tendré que hacer otras cosas. Que ¿cómo me siento al final de mi viaje? Creo que estoy preparado para volver. Este año mi rutina cambia bastante: voy a estudiar, como siempre, pero esta vez, para ser profesor de castellano para los institutos franceses. Tengo que estudiar historia y literatura española, además de traducción, que son cosas que me gustan muchísimo. Creo que el trabajo de profesor puede gustarme mucho, y solo el hecho de prepararme puede ser muy interesante. Eso hace que volver no sea tan duro. Lo cierto es que si tuviera más tiempo y fuera a ver más países, por ejemplo, China, me tomaría una semana tranquila en un bonito lugar, para recuperarme físicamente, porque este viaje ha sido muy fuerte a nivel de desgaste físico. Creo que así, estaría bastante emocionado con seguir. En este momento, con tantas horas sin dormir, y ante la perspectiva de estar en París, que me agobia mucho, sólo tengo ganas de volver corriendo... o volando.
Acabo de ver Riga, en una hora. Tenía cuatro horas por matar en el aeropuerto, así que he hecho un cálculo y me salía que si cogía el autobús, podía estar una hora en Riga caminando. He tomado un plano y me he dado un paseo por el centro, que en una hora se puede recorrer, aunque sólo en superficie. Claro que en realidad no he visto nada, pero por lo menos ya he pisado la ciudad, que la verdad es que me ha sorprendido mucho. Me esperaba una ciudad bastante parecida a Tallin, en Estonia, antigua, pero no tan bonita como tantas y tantas ciudades españolas. Pero esta ciudad es mil veces más coqueta y arreglada que la otra. Tiene un canal precioso, verde, con flores, y tiene calles empedradas, tabernas de otro tiempo y edificios muy bonitos y antiguos, con estatuas que les ponen y que pueden salir de cualquier altura. Definitivamente Riga es muy bonita, así que hubiera preferido quizá comenzar mi viaje aquí en vez de en Tallin, para tener más tiempo y verla tranquilo. Pero bueno, lo hecho, hecho está.
Ayer estaba todavía en Tashkent, que es una grandísima ciudad, dinámica, moderna, pero también, predecible y aburrida como toda ciudad de este tipo, como toda gran ciudad del centro de Asia, como cualquier ciudad Europea. Tashkent no es una ciudad bonita, más bien todo lo contrario, y como siempre pasa en las grandes ciudades, podemos aburrirnos una barbaridad hasta que no encontremos a la gente adecuada con que hacer cosas. Las ciudades no son un qué, son un cómo: hay que vivirlas, no basta con verlas. Antes de ayer estaba albergado en casa de una familia con couchsurfing, donde, aunque me trataron muy bien, lo cierto es que me sentía bastante incómodo. El problema era que el padre de familia, que además es joven y no tiene más que treinta y cinco años, es un poco el caudillo de su casa. Todo es para él, todo lo ordena él y como a las mujeres no se las deja estar con otros hombres, pues más o menos se me hizo entender que más allá de las nueve de la mañana debería salir de casa y volver a las seis de la tarde; creo que para no estar a solas con su mujer, ni sus niñas, aunque él no lo dijo ¿Os imagináis? ¿Nueve horas en una ciudad que no tiene nada que ver, realmente, excepto un par de cosas, y que se pueden ver en solo dos horas? El paseo fue entonces bastante aburrido, con la santa excepción del bazar de Chosu, que es verdad que es espectacular y que en cierto modo nos hace viajar a oriente medio, solo con avistarlo. Los parques, además, estaban cerrados por la policía, en consecuencia de la preparación de los festejos del día de la independencia, el primero de septiembre. La posibilidad de acostarme a dormir en algún lugar, eran por tanto nulas y no veía la hora en que el paseo terminara y deseaba poder coger un avión para marcharme en el siguiente minuto.
Es impresionante, de otro lado, la cantidad de policía que encontramos en las calles de Tashkent. Ya cuando estaba en Dushanbe, me impresionó muchísimo la cantidad de efectivos de seguridad patrullando. A veces llegaba a ver cada doscientos metros, dos policías un militar y alguien de las milicias (tipo guardia cerril). En Tashkent hay una barbaridad de policía, pero sin embargo, aunque es tan corrupta como en Tajikistán o Kazahstán, es difícil que molesten al viajero. No como en Kazahstán, sobretodo al oeste del país, donde que molesten al viajero y quieran extorsionarlo, es lo habitual. En Tashkent había cada cien metros, un policía o dos, con registros en la entrada del metro, en las entradas de los parques. Preparaban su día de la independencia, pero es que es una barbaridad.
Me sentí mucho mejor cuando Nargiza, otra chica de couchsurfing me albergó en casa de su madre y su hermano, donde ella también vive. Con su hermano pude hacer muchas más cosas, incluso fuimos a jugar un partido de fútbol con sus amigos, porque a él le encanta. Hay que decir que el nivel futbolístico era bastante pésimo. Sin embargo, la oportunidad de compartir algo, en ese lenguaje universal que es el fútbol fue un momento muy bueno, que me gustó muchísimo. Todos en la casa se portaron realmente bien conmigo. Alisher, el chico de la casa, no me dejaba pagar nada y me presentaba a todos sus amigos. Nargiza es una chica muy inteligente y muy interesante, muy sensible, y estuvimos compartiendo nuestro interés por poesía, música y viajes. Ella dice que no puede viajar, y eso es una gran pena. Es una chica de verdad muy sensible y muy dulce. Dice que quiere casarse con alguien que hable inglés. Espero que encuentre a alguien pronto. El carácter de esta persona es un regalo del cielo. La mamá de la casa, es la clásica mamá a la que se le acaba cogiendo cariño, aunque no podía comunicar con ella en ninguna lengua conocida, por su manera de comportarse conmigo. Ella me hablaba en ruso. También fui a cortarme el pelo a la peluquería de un amigo de Alisher. Fue muy divertido, porque el tipo me hablaba todo el tiempo, me pedía el facebook, miraba para todos los lados, y yo pensaba que me iba a cortar el pelo muy mal. Al final creo que lo dejó realmente bien. Estaba sorprendido. Les cociné también una tortilla de patatas, para compartir alguna cosa más. Ellos decían que les gustaba mucho. En los últimos momentos, antes de marcharme, estaba muy triste, me iba de Asia, y las bonitas palabras de la mamá, en ruso, con Nargiza traduciendo, y las repetidas veces que me pedían que no me fuera, pues casi me hacen llorar. Era muy emocionante un final así. También algunos amigos de Alisher venían a propósito a decirme adiós, a la una de la mañana. Y Nargiza me dió una postal diciendo que yo era el mejor huésped que había pasado por allí. Estos uzbecos son peligrosos, saben cómo robar el corazón. Me lo han robado. Creo que es donde encontré la gente más encantadora del centro de Asia.
Este viaje ha sido muy enriquecedor, quizá el más completo, a nivel cultural que he realizado. Bajar desde Estonia hacia el corazón de Asia, pasando por países tan diversos como Rusia, Kazahstán, Kyrguizistán, Tajikistán o Uzbequistán, y sentir en el pasaje, la transición de culturas y modos de sentir, con el solo hilo común de haber sido repúblicas soviéticas, es de una riqueza enorme. La transición ha sido muy impactante. Por cierto, debo decir, que aunque no hable ruso, este viaje me ha obligado a aprender un montón de vocabulario ruso, en consecuencia de viajar por territorios rusófilos. Y aunque no hablo ruso, por supuesto que no, al final de mi viaje podía hacer preguntas y responderlas sin utilizar nada más que palabras rusas, aunque sin respetar las concordancias, ni los tiempos verbales. Creo que es el viaje donde más he aprendido alguna nueva lengua, y es porque como la lingua franca aquí, es el ruso, pues cada vez que venía a hablarme alguien, pues me hablaba en ruso aunque no lo entendiera. Creo que si me quedara unos meses más, podría empezar a aprender esta lengua, que además me parece muy bella. Este aspecto me ha gustado mucho.
También he aprendido cuan diferentes son las gentes de estos territorios en tantos y tantos aspectos, respecto a los europeos y respecto ellos mismos, cultura por cultura, pese a su lazo común es-soviético. Algo que me impresiona, por ejemplo, es el conservadurismo del lugar, pero también, las contradicciones de ese conservadurismo. En estos países, sobretodo en Tajikistán, las mujeres no deben tener contacto con hombres, a excepción de en Rusia o Estonia (Estonia es totalmente diferente, y creo que es el país donde he estado que la cultura del sexo está más presente que en ningún sitio, incluso más que en Europa). Sin embargo, la representación de la prohibición es diferente, y si en Tajikistán es imposible hablar con mujeres, sobretodo en sus casas, en Kazahstán te hablan, pero es casi imposible que pase algo entre mujeres y hombres, si no es para el matrimonio, igualmente que en Uzbequistán. La diferencia es que en Uzbequistán la gente es muy alegre, muy sonriente, y en Kazahstán no lo son, porque piensan que quién ríe muestra una debilidad del alma. En Uzbequistán los taxistas preguntan a las mujeres si pueden poner a otro hombre a su lado en el taxi, y tienen derecho a decir no y pagar lo mismo, y tienen derecho a tres años pagados de salario, para criar a sus hijos en casa -lo que no deja de ser machista, porque el hombre no tiene ese derecho-. La mujer hace todo y tiene que aguantar, además, los comentarios machistas de los hombres, que yo he oído, o las bromas que hablan sobre cómo deben hacerlo todo. Escuché incluso comentarios a veces, de algún hombre que decía que él trae el dinero a casa y su mujer debe hacer las tareas de casa y educar a los hijos, aunque paradójicamente, su mujer también trabaja. Esto lo decía el hombre de la primera casa donde fui hospedado en Tashkent. También escuché otro comentario de un chico que me dijo que por qué una chica extranjera hablaba, en presencia de su novio, si el hombre podía hacerlo. No me han dejado dar las buenas noches a las mujeres, en las casas en que estuve, en Tajikistán, donde las mujeres no me hablaron jamás, y el otro día viniendo desde Bujhara a Tashkent en tren, la única chica que hablaba inglés de todo el vagón me decía que si en la próxima parada subían hombres en nuestro compartimiento, se cambiaría de compartimiento, para no ser la única mujer. Yo pensaba que con quién iba a hablar entonces, y le dije que era una pena. Lo muy curioso es que todo el mundo se está ligando, sin embargo, en todo momento. Impresiona bastante esta contradicción. Esta chica que no quería hablar con chicos, en el tren, acabó dando su teléfono a uno que la ligaba, y charlando con él dos horas en otro compartimento, a solas. Todo el mundo se hace llamaditas y perdiditas, se manda mensajitos y muchos se pasan el día pensando qué palabra mandar y si tal o tal chica le hizo una llamada perdida. Todos dicen, no obstante, que tener algo con una chica es casi imposible y casi todas las relaciones están totalmente encaminadas al matrimonio, que no siempre sucede con quién se quiere. En fin, esto es Asia, y aunque este aspecto no me guste, esta es otra parte del mundo, que no puede ser como Europa y que por eso es interesante. Si no fuera diferente, no sería Asia. Creo además, que no tengo derecho a juzgarlos tan rotundamente. Juzgar no es para viajeros. Los hombres son machistas y las mujeres sumisas. Sin embargo, en Uzbequistán, por ejemplo, existe un compañerismo entre la gente, una humildad, una positividad, un gentilismo, una alegría, y una sinceridad sana, que son difíciles de encontrar en Europa, y que creo que convierten a estos lugares, en lugares donde se puede vivir realmente muy bien, sobretodo en Uzbequistán, que creo que es donde la gente en general, me gustó más.
Cuánta riqueza me llevo. Me río del que piense que se puede ser rico con dinero, porque yo hoy soy una de las personas más ricas del planeta. Tanta experiencia ensancha el espíritu, y da plenitud. Ese tipo de plenitudes que, aunque suene a tópico, jamás podrá dar nada económico. Pienso también que debería agradecer a todas y cada una de las personas que pasaron por mi trayecto, el hecho de haber estado ahí y de haberme ayudado de algún u otro modo. Creo también que debería hacer un especial homenaje a mi mochila, aunque suene un poco absurdo. Ha sufrido roturas, perdí un hierro importante en mi último viaje, sufrió el ataque devastador de un perro en Georgia, que la dejó bastante maltrecha, pero entre mi madre y o bien hecha que está, me acompaña desde hace diez años u once, en cada viaje.
En fin, es momento para despedirse, estoy hablando demasiado. Estoy ahora en el aeropuerto de París, y espero el vuelo a Toulouse, que saldrá con veinte minutos de retraso. Espero que no sean más. Sabéis que es seguro que tendréis más noticias de mis viajes, para el que quiera leer. Creo que el año que viene será, o la India, o China, acabando en las Filipinas ¿qué os parece? ¿quién se viene?

¡En todo caso, nos vemos pronto! :)




















lunes, 27 de agosto de 2012

El día en que el mar se fue

¿Imagináis que un día el mar se va? ¿Imagináis que un día en València ya no hay mar, que se fue, que nos abandonó? ¿que cómo se puede ir el mar? Pues puede. Un día, en Moynaq, el mar se fue para ya nunca más volver, y dejó en su población el silencio del peor de los vacíos.
Entre Moynaq y Aralsk, en Kazahstán, había, hasta hace unos veinte años el conocido como mar de Aral. Un mar salado interior, que era nutrido ante todo por los ríos Syr-Daria y Amu-Daria, cuatrocientos kilómetros, de norte a sur, doscientos ochenta de este a oeste. Y había entre Moynaq y Aralsk, ferrys, y una importante industria pesquera, que con la huida del mar, se fueron también. Las consecuencias no son sólo económicas, ahora, los inviernos son más fríos y largos, y los veranos más calientes, además de durar más también. La fuga del mar ha eliminado masa forestal por diez veces menos de la cantidad que había anteriormente. Además, el agua atrae al agua, y si antes habían entre ciento veinte y ciento cincuenta días de lluvia por año, ahora sólo quedan treinta, porque ya no hay una gran masa de agua atrayendo los chubascos. Es curioso, que el día en que yo estuve fue uno de esos treinta, pero no es normal. Ahora, las abundantes tormentas de agua habidas antes, dejan paso a tormentas de arena, y el mar deja paso a un desierto terrible. Pasó, que la antigua industria de la URSS quiso utilizar el agua del mar para la irrigación del algodón rosa, regando zonas a veces profundamente secas. La pérdida de capacidad del mar se notó especialmente entre 1960 y 1970, donde se perdió el 20% de la capacidad del mismo, y que es proporcionalmente el porcentaje con el que aumentó la cantidad de agua utilizada para regadío. Además, en el cultivo se utilizaron pesticidas, claro, que han contaminado todo el subsuelo, y que no se purifican, porque no hay suficiente agua con que mezclarse, así que en lugares tan lejanos como Osh, en Kyrguizistán, se ha detectado que el 94% del subsuelo contiene DDT. Escandaloso. Las consecuencias para los humanos, son terribles: Tanta sal y arena, tiene consecuencia en enfermedades respiratorias con incluso un aumento en cánceres de esófago y de garganta, la mala calidad del agua para beber tiene consecuencias en enfermedades tan poco comunes en Europa, como la fiebre tifoidea, la hepatitis o la disentería, hay aquí más tuberculosis que en todo el centro de Asia. La zona tiene el mayor índice de mortalidad de todas las repúblicas ex-soviéticas, además de un alto grado de deformidades en el nacimiento ¡Qué grande es el humano, qué grandes males puede hacer!
Cuando llegas a Moynaq no hace falta llegar a la zona del mar para darse cuenta de que algo malo pasó. De súbito se reconoce una ciudad en ruinas, con edificios a mitad construir, con calles sin asfaltar. Todo guarda un aire como inacabado, y da en efecto la impresión de ser una de esas zonas fantasma donde toda la actividad económica se fue, dejando paso al vacío de la desocupación. De eso conocemos algo en España ahora, aunque aquí fue un caso bastante extremo. La mayoría de la población se dedicaba a la industria del pescado, de un modo u otro, se vivía del mar. El peso de la actividad económica estaba centrado en ese mar. Cuando el mar se fue, las inversiones y la riqueza se fue con él.
También es cierto que cuando se llega a la zona donde el mar debería estar, sobretodo si se ha pasado por el museo del pueblo y se han visto fotografías y cuadros de lo que fue, algo sobrecoge el alma. Se llega a aquella explanada y un viento frío golpea el espinazo. No es que nos digan que falta el mar, es que de algún modo se nota. Es de una tristeza enorme. La sensación es esa. Es tristeza. No se puede ser humano y pasar por allí sin sentir un sobrecogimiento extraño. Yo lo sentí.
Viajaba en ese momento con unos italianos, que decidieron irse muy pronto, por la tarde. Yo decidí que cuando se fueran, iba a adentrarme poco a poco en ese mar caminando, y llegar tan lejos como mis piernas me lo permitieran. Adentrarme mar adentro, en ese desierto de arena, sin peces. Fue un momento de soledad, que me gustó mucho, de toma de consciencia de ese desastre. De tristeza. También un momento un poco espiritual, que no místico, de encuentro consigo mismo. Es muy impresionante caminar por donde antes había un mar, y esa sensación empequeñece, pero también hace sentirse muy grande. Es extraño, es bonito.
También he estado en varias ciudades Uzbecas, desde la última vez que escribí, y he encontrado varias personas interesantes. Me encuentro ahora en Bujhara, la que declaro mi ciudad preferida en Uzbequistán, desde ya. Es muy tranquila, la gente lo es, y los monumentos están integrados a la ciudad, a la actividad cotidiana, no como en Khiva o Shamarkanda. Las tres ciudades son muy bonitas, pero esta es la menos artificial de todas. Descubrí en Khiva además, un chico que me cayó muy bien, un uzbeco, que habla perfecto alemán y que quiere irse a vivira Alemania un tiempo. Me contó que trabajando como profesor de alemán, solo gana por mes 120 dólares, y que por eso hace ese trabajo de guía. Pero además, es estudiante, y paga, con la ayuda de su hermano, trabajando en Rusia, en trabajos de mierda, 1000 dólares por mes en su colegio de lenguas. Yo no sabía que decir cuando me preguntaba cuánto se gana en Europa ¿Cómo decirle que lo que gana es una miseria, y decirle también que con lo que ganamos nosotros, en relación a nuestros precios, no es suficiente? ¿Imagináis que piensa que en España 600€ por mes son suficientes? Pues no, no lo son, pero que alguien me explique a mí cómo explicárselo.
Esta noche la pasé en un autobús. Resulta que aquí, se prohibió, a partir del choque de dos autobuses nocturnos, la conducción nocturna de autobús. Entonces, llegadas las 22 de la noche, los autobuses se conducen a bares de carretera donde poder descansar, aunque no se puede dormir. Para mí, es diferente, para ellos soy su viajero, su huésped, y aunque haya pagado el mismo dinero que ellos, puesto que para ellos un viajero es un enviado de dios a quién a coger, me trataban mejor que nadie. Nunca me dejaron pagar agua u otras cosas, me ofrecían de todo, y encima, llegada la noche, puesto que había que parar, aunque nadie tenía cama, a mí me llevaron a donde duermen los conductores de autobús y me pusieron allí en una cama. Esta gente es demasiado agradable, es impresionante. Me hacen a veces incluso sentir un poco extraño ante tanta atención.

En fin, sigo por este maravilloso país que es Uzbequistán, con su exquisita gente, pronto os escribo más aventuras, aunque ya quedan pocas, que en menos de una semana vuelvo a casa :)